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.Mukka.

Los Indios en el Valle de los Muertos

¡Por aquí se ve que han estado hace no mucho mi capitán!

¡Corred, corred, creo que por allí se oyen sus gritos de guerra!

¡Sí, yo he visto unas plumas rojas hacia la parte de las ruinas!

¡No huyáis cobardes indios ... daremos con vuestro paradero y os coseremos a balazos!

Mientras el grupo de los buenos cabalgaba a toda prisa por la zona nueva para atrapar al grupo de nómadas del Valle de los Muertos, el Sol avanzaba majestuoso hacia Poniente.

Al otro lado, cerca de las ruinas, Toro Manso y su tribu de los Nodonus planeaban la mejor forma de huir, para ello contaban con la ayuda de Perro Corredor, que estaba estratégicamente oculto cerca de la zona nueva, donde merodeaba el Séptimo de caballería. Allí era fácil esconderse gracias a los escombros.

¡¿Qué es eso?!

Es el viento... creo

¿¿¿Crees??? ¡Escucha bien!

¡Se divisan unos caballos a lo lejos!

El Séptimo de caballería se dirigía amenazadoramente veloz hacia el poblado indio del Valle de los Muertos.

¡¡Tu turu turu turu turuuuu !! ¡¡Tu turu turu turu turuuuu !!

Pese a ello los hombres de Toro Manso no se amilanaban, el plan estaba trazado: cuando el peligro fuera inminente Caniche Furioso daría la señal de auxilio desde el campamento, mientras que Perro Corredor al recibirla, si se encontraba sano y salvo, la devolvería confirmándoles que la vía de escape estaba expedita. Garantizando temporalmente la huída hacia un lugar seguro. Pero los pieles blancas sobre sus caballos se acercaban hacia el campamento indio con la intención de rodearles e impedir que escapasen.

¡¡Que no escapen!! ¡¡Cercar todas las salidas!!

¡¡No tenéis escapatoria !!

¡¡Estáis rodeados!!

Toro Manso sereno como bien indica su nombre y encomendándose a todos los patriarcas que le habían precedido en el Valle de los Muertos, sopesó las distintas posibilidades y tras un cántico de guerra y una danza de la serenidad ordenó a caniche Furioso hacer la señal.

Entonces Marquitos, que estaba en lo alto, desde donde divisaba el aparcamiento y la casa del enterrador dio la voz de alarma:

Antes de ponerse el Sol en el cementerio como cada tarde, el enterrador tomaba la avenida de los cipreses que atraviesa la zona nueva y separa la zona antigua de las obras desembocando en la calle de las ánimas que bordea la parte más decimonónica de este centenario Campo Santo.

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