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.Mukka.

Relaciones personales

Andrés, que así era como ella le llamaba, era un hombre elegante y atractivo, de risa fácil, una risa que dejaba entrever una hilera de dientes perfectamente colocados y que dejaba a su paso unos hoyuelos pícaros en su pálido rostro. Estaba entrado en años, o al menos eso decían las canas que vestían su cabello liso y suave, peinado siempre con una raya a la derecha.
Tan sólo le había visto tres veces en su vida, la primera fue en un bar por el que ella solía parar muy a menudo, y en el que él entró casi por casualidad. Muchas veces recordaba ese momento y ese día de lluvia que le hizo conocer sus ardientes ojos azules.
La segunda vez fue en la calle donde ella trabajaba, estaba parada, fumando, y el pasó en un coche plateado, el mundo se detuvo y se miraron, ella observaba sus manos, unas manos grandes y un tanto huesudas, delicadas y pálidas como su cara.
Una cena de empresa le regaló a Paula (Lola) el tercer encuentro con Andrés, una noche inolvidable y mil noches de sueños pensando en él.
Aquella noche estaba apoyada en la pared cuando pasó caminando, se paró delante de ella y le pregunto si le pagaba antes o después y, que si ponía ella los condones. Tenía una voz cálida y grave que envolvía sus palabras en susurros cuando chocaban con el aire que despeinaba y alborotaba su pelo.

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