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.Mukka.

Había estado llorando sin control, con quejidos que desgarraban el aire, que hacían que el tiempo cayera a plomo cambiando la consistencia de la materia, volviendo frágiles las horas, las paredes y el silencio. Había llorado sin encontrar consuelo en ello, haciendo retumbar cada parte de sí misma aún no enterada. Y empapó todo con su llanto y bebió de él y siguió llorando con la misma intensidad, ahogando así cada palabra letra a letra. No importó que se hundieran los recuerdos, que se inundara su cuerpo, que no flotara su alma. Lloró sin descanso y de pronto cambió el viento, que empujó todas las lágrimas para mecer su cuerpo roto. Siguió llorando un largo rato al son del viento para después levantar la vista y amarrarse a su cintura para que la arrastrara lejos.

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