Sigo perdiendo el tiempo

No quiero hablarte y sin embargo lo hago, porque no quiero esperar otros cuatro años  a que la casualidad quiera traerte a mi vida. No quiero pensar en ti, pero no me dejas otra alternativa con esa mirada y esos hoyuelos. Por una parte solo quiero evitarte, tu no eres para mi, eres demasiado alto, demasiado mayor, demasiado raro, demasiado desconcertante, demasiado borde, demasiado egoísta... Pero por otra parte eres demasiado alegre, demasiado cariñoso, demasiado tierno, demasiado intrigante, demasiado misterioso como para dejarlo estar, como para quedarme quieta y esperar, como para mirar hacia delante sabiendo que tu estas atrás. Y estoy (cada vez más) segura de que no te necesito, es sólo que me he encaprichado de una versión de ti mismo que sólo tiende a aparecerse cuando duermo.