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.Mukka.

Me agarré al último tango que bailamos desafiando al tiempo, corriendo más que él, sintiendo como sólo nosotros sabíamos sentir la música y el cuerpo del otro como prolongación del propio. Bailamos lento y rápido, al compás sobre la soledad y no importó si fuera llovía, si había gente mirando, si ese era el último, el primero o el vigésimo. No importó que nos quedáramos sin luz, de hecho nunca la necesitamos mientras estuviese el uno junto al otro. Bailamos y sólo eso importaba porque no sabíamos que pasaría si dejábamos de hacerlo. 

 

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